El arbitraje argentino es cada vez más polémico. En el corriente torneo es común que cada partido termine envuelto en jugadas dudosas, e incluso, que se hable más del trabajo de los árbitros y jueces de línea, que de los partidos en sí. Por supuesto, San Lorenzo - Boca no fue la excepción.
Cuando el Ciclón ya ganaba el partido por 1 a 0, Sergio
Pezzotta cobró un penal que solo él vio. Sancionó con la “pena máxima” una
supuesta falta sobre el juvenil Ángel Correa. Julio Buffarini fue el encargado
de cambiar el penal por gol, aumentando la diferencia en el marcador. Luego,
San Lorenzo terminó ganando el encuentro por 3 a 0. Tanto en el primer como en
el último gol, los locales hicieron méritos para merecerlo, por lo que fue un
justo ganador. Pero el penal, solo el pito lo vio.
Una vez finalizado el cotejo, el pibe Correa admitió que no
era penal. “No era penal, cuando enganché me resbalé y me caí, el defensor no
me toca”, aseguró, y agregó: “En el momento uno queda pensando, pero no dije
nada porque era ventaja ganar 2 a 0 si lo hacían”.
Una vez más, queda en evidencia las falencias del arbitraje argentino.
No solamente en este clásico. Solo basta ver un partido del fútbol argentino,
en cualquiera de sus categorías, para observar la incoherencia en lo que se
cobra, tanto en faltas inexistentes, como en las que si lo son pero no son
sancionadas.
Por: Amelia Simondet
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